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sábado, 3 de abril de 2021

Pasión política religiosa en Andalucía: por qué el PP, PSOE, Vox y hasta Podemos se hacen fotos con santos

Semana Santa

Sábado,
3
abril
2021

01:44

La religiosidad popular se ha convertido en una causa identitaria en la comunidad y todos acuden a posar a los templos, hasta en pandemia

El presidente de la Junta, Juanma Moreno, durante su visita este lunes...

El presidente de la Junta, Juanma Moreno, durante su visita este lunes a la Esperanza de Triana de Sevilla.
JUNTA

“Las autoridades políticas, militares y religiosas andaluzas han sido especialistas en patrimonializar los ritos y, en nombre de la tradición o de lo popular, reconducir su potencial para su propia hegemonización”, afirma el investigador César Rina Simón en su ensayo El mito de la tierra de María Santísima, un completo recorrido sobre los rituales populares y festivos de la Semana Santa, convertidos con el paso de los siglos en marca identitaria de la autonomía andaluza.

No hay que irse muy lejos en el espacio o en el tiempo para encontrar ejemplos de la tesis del historiador. El templo se convierte, sobre todo en Semana Santa aunque también el resto del año, en el marco idóneo de autolegitimación y construcción de la propia imagen. En la proyección y veneración de los símbolos religiosos se busca la conexión con el feligrés y el votante que, de otra manera tal vez costaría establecer. Lo supo Macarena Olona (Vox) cuando se fotografió en el camerín de la Virgen Macarena de Sevilla, saltándose los protocolos e ignorando la petición de la Hermandad de no difundir la imagen. Hacía unas semanas que su nombre se vinculaba a una virtual candidatura a la Junta de Andalucía. Su retrato con la Virgen se convirtió en su forma de reivindicar una identificación con la cultural popular andaluza que, a su entender, serviría para suplir otras carencias, ya que Olona no es andaluza ni tiene especiales conexiones con la comunidad.

Ni siquiera en tiempos de pandemia, cuando las autoridades sanitarias invitan a reducir al mínimo las reuniones sociales y la movilidad, los políticos de todo el espectro ideológico se resisten a la tentación de ponerse delante de un paso para ofrecer el canutazo del día a los periodistas convocados ex profeso. El lunes, el presidente de la Junta, Juanma Moreno, acudió a la Capilla de los Marineros de Sevilla, sede de la Hermandad de la Esperanza de Triana, y el martes hizo lo propio en la Basílica de la Macarena, donde habló de una nueva cepa del coronavirus detectada en Andalucía y del riesgo inminente de una cuarta ola que vuelva a poner en jaque al sistema sanitario. Una semana antes Moreno había asistido en Málaga a la inauguración de la Casa Hermandad de las Reales Cofradías Fusionadas. Susana Díaz (PSOE) e incluso Teresa Rodríguez (Anticapitalistas) también han dejado huella en los medios de sus visitas a los templos.

El mundo de la cofradías hace mucho que está incorporado, como los mercados de abasto, a las estrategias de comunicación y autopromoción de la clase política andaluza de todo signo político. Los dirigentes socialistas superaron ya en los años 80 del siglo pasado las reservas ideológicas. Mucho menos previsible e insólita al respecto fue, sin embargo, la actuación en la misma dirección de dirigentes de la órbita de Podemos, como el alcalde de Cádíz, José María González ‘Kichi’, que convocó a los fotógrafos de prensa cuando salió en procesión con la Hermandad del Nazareno de Cádiz acompañando a su madre o entregó la Medalla de la Ciudad a la Virgen del Rosario.

El rechazo de una buena parte de la intelectualidad de izquierdas hacia el fenómeno religioso se ha basado en la interpretación de lo popular como “un mecanismo de alienación de las clases bajas, una distracción de sus necesidades en rituales que entretienen y muestran una apacible comunión de diferentes clases sociales”, explica César Rina en el ensayo publicado por el Centro de Estudios Andaluces. “Los ritos, pese a su espacio para la heterodoxia, han contribuido en la legitimación del poder”. “Manifiestan en el espacio público un consenso colectivo totalizante que hace que un ataque al ritual sea interpretado como una afrenta a la comunidad, a su historia o a sus creencias más esenciales”. Esas tradiciones, insiste, compaginan e integran espacios de rebeldía con la consolidación del poder, “lo que provoca cortocircuitos entre los investigadores que se encuentran más cómodos en las etiquetas y los cajones estancos”.

Y recuerda la innovación que supuso al respecto que el teórico marxista Antonio Gramsci reinterpretara lo popular “como espacio de convivencia y conflicto entre la contestación y la asimilación”, siendo “muy crítico con el elitismo intelectual de la izquierda que despreciaba las prácticas y creencias de las clases populares”.

“La religiosidad popular se mueve entre la rebeldía festiva y la legitimidad del orden establecido dentro de una infinita gama de grises”, afirma también César Rina.

El franquismo convirtió la religiosidad popular en “bandera del régimen de puertas para adentro y en reclamo turístico de puertas para afuera”. Pero lo que el investigador denomina “secuestro interpretativo conservador de los ritos” ha tenido como aliado el “abandono y el rechazo de las culturas políticas de izquierda que, salvo excepciones, han proyectado sobre lo popular una mirada elitista y han asumido buena parte de los postulados y significados católicos y conservadores que niegan sus dimensiones culturales”.

Y, sin embargo, el mayor auge de cofradías, romerías y procesiones, recuerda César Rina, se produjo durante la Transición y la España democrática, bajo la hegemonía política del PSOE, y coincidió precisamente con el vaciamiento de los templos y la pérdida de influencia política de la Iglesia. “Los rituales populares cobraron nuevas significaciones durante la Transición y fueron reapropiados por comunidades que encontraron en ellos mecanismos de identificación local y regional. Perdieron su hálito de opio del pueblo o de ritos de legitimación nacionalcatólica para resignificarse dentro del proceso de construcción de la identidad autonómica, en un referente de la cultura popular y democrática andaluza, con espacio para los significantes preexistentes: fuente de atracción turística y ariete colectivo frente a la globalización y el desarraigo”.

César Rina alerta también sobre los riesgos del éxito de la Semana Santa y otros ritos religiosos como producto de consumo para las televisiones y las redes sociales: “Ante las cámaras, los costaleros hacen sus mejores alardes, los romeros del Rocío se muestran más violentos y los participantes sobreactúan”. Además, la “revitalización del horizonte identitario festivo y la proliferación de medios de comunicación y formas de consumo que alargan la Semana Santa durante todo el año ha producido en las capitales andaluzas una sobredimensión de las cofradías y de su poder local. Por ellas se talan árboles, se mueven cornisas y combaten los partidos. Un poder que no tiene una base demográfica pero que se construye a partir de la onmipresencia en la calle de hermandades y de la atención de los medios de comunicación”.

El historiador, que también repasa en su ensayo una extensa colección de heterodoxias dentro del fenómeno, concluye que “la tierra de María Santísima que imaginaron los viajeros románticos, cargada de mitos orientalistas, sigue hoy vertebrando buena parte de los mitos y los mecanismos de identificación de los andaluces. Y en torno a sus ritos festivos siguen orbitando las culturas políticas, las instituciones religiosas y los movimientos asociativos”.

Y también subvenciones

Todo el Gobierno de la Junta está desplegado estos días por los templos andaluces, abiertos al público con aforos reducidos. La Semana Santa se vive, un año más, sin procesiones en la calle, pero sin renunciar a otros ceremoniales. De hecho, la de 2021 se parece mucho más a la Semana Santa de 2019 que a la de 2020, ésta sí vivida desde el interior de los domicilios y en los balcones.

El Ejecutivo de Juanma Moreno ha convertido su apoyo al mundo cofrade en una seña de identidad propia. De hecho, en 2020 y 2021, ha repartido subvenciones por valor de 1.4 millones de euros para la conservación y restauración de bienes muebles del patrimonio religioso y esta misma semana ha anunciado una nueva línea de ayudas por valor de 3 millones de euros para la reactivación de los actos culturales de las hermandades.

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