España mantiene negociaciones en el seno de la UE para prolongar los proyectos de cooperación con el Sahel, financiados bajo el paraguas del Fondo Fiduciario para África. La finalización en 2020 de este instrumento económico de emergencia, más flexible y rápido, obliga ahora a encajarlos en el nuevo marco financiero. Con el plan presupuestario 2021-2027 recién aprobado, Bruselas no es partidaria de mantener fondos adicionales.
El Ministerio de Exteriores está ahora librando la batalla técnica
para adaptar estos proyectos a las partidas del presupuesto comunitario. Aprobado en
2015
en la cumbre de
La Valeta
, el Fondo de Fiduciario para África fue el mecanismo acordado para tratar los
flujos migratorios
en origen y contribuir a la estabilidad de las regiones del Sahel, la cuenca del lago
Chad
, el norte y el llamado cuerno del continente. Proyectos como el que gestiona la
Guardia Civil
,
GAR-SI Sahel
, para crear y formar
Grupos de Acción Rápida de Vigilancia e Intervención
en
Mauritania
,
Malí
,
Níger
,
Burkina Faso
y
Chad
, están vinculados a este fondo y ahora se trabaja para darles continuidad.
Pero es sólo un mínimo ejemplo de la acción exterior que España desarrolla en el Sahel. Desde la crisis de los cayucos en
2006
, la
preocupación
de España por
África
no ha dejado de crecer, desde la convicción de que sólo con la estabilización del continente es posible hacer frente a la migración irregular. Y, a diferencia de la posición de otros países, la intervención no puede ser sólo militar, pese a que es precisamente en el Sahel la zona del mundo donde más estrechamente se une la acción de los ministerios de
Exteriores
, de
Defensa
e incluso de
Interior.
Esta región del África subsahariana, conocida por las ONG como «el cinturón del hambre», que va desde la costa atlántica al
Mar Rojo
e incluye a 11 países (el sur de
Mauritania
,
Senegal
, Malí, Burkina Faso, Níger, norte de
Nigeria
y
Camerún
, Chad,
Sudán
y
Eritrea
), suma a la falta de desarrollo, la pobreza extrema, las dificultades climáticas y la debilidad de sus gobiernos, la proliferación de grupos
yihadistas
procedentes de
Siria
e
Irak
. Allí han encontrado refugio terroristas que siguen las consignas de
Al Qaeda
y del
Daesh
, que, divididos en varios grupos, han convertido el Sahel en un territorio ingobernable, en el que se han establecido vínculos entre el terrorismo y el crimen organizado de trata de seres humanos, donde Europa y España se juega su seguridad, sin que sus ciudadanos acaben de ser consciente de ello.
Nuestro «patio trasero», según la jerga que usan en Defensa, o «los vecinos de nuestros vecinos», que suelen utilizar en Exteriores, que se ha situado como un área geoestratégica «prioritaria» para el Gobierno. España despliega ahora allí una atención «inédita», señalan fuentes de Exteriores, que constata los múltiples viajes de la ministra
Arancha González Laya
desde su toma de posesión, pese al parón que supuso el confinamiento. En 2020, Mauritania,
Argelia
, Niger, Chad,
Egipto
, Malí, Burkina Faso, Senegal y en febrero de 2021, de nuevo Chad.
Algo «insólito», subrayan, en la acción exterior española, que se completa con la participación en las misiones civiles y militares de la UE -este año se ha aumentando a
530
el personal militar de la
Misión de Entrenamiento
en Mali- y de la
ONU
y el apoyo logístico al despliegue militar francés en la zona. Además, desde junio González Laya ostenta la presidencia de la
Asamblea General de la Alianza por el Sahel
, que coordina los fondos al desarrollo.
Una intensificación de la presencia española que da fe de la preocupación por la extensión de las redes
yihadistas
por todo el Sahel, la fanatización de la población joven, el posible contagio a más países -como ya sucede- y el descontrol de la inmigración irregular en estados muy frágiles. Según declaraciones del propio presidente,
Pedro Sánchez
, que en abril viaja a Angola y Senegal, en el marco del plan
Foro África 23
, que se presenta mañana, «está en juego la seguridad al norte y al sur del Mediterráneo e incluso más allá, pues el riesgo de extensión de esta amenaza hacia los países del
Golfo de Guinea
es cada vez más real».
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