A contrapelo
Opinión
Es vieja costumbre la de poner nuestro nombre a todo lo que hacemos. La reivindicación de la autoría es un instinto atávico, cosa natural, aunque no siempre recomendable. Ibarretxe hizo un mal negocio cuando le puso su nombre a aquel infausto plan que tuvo como principal efecto a corto plazo la pérdida de Ajuria Enea y la investidura de Patxi López, quién lo iba a decir. La ministra Celaá ha bautizado con su nombre la Ley de Educación, la Lomloe o Ley Celaá. A Paquirri le salió Paquirrín, no hac
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