“El Cholo y yo nos pegábamos unas patadas en los rondos que eran alucinantes. No se paraba si no había heridos”. La anécdota es de José Miguel Prieto (Albacete, 1971), el benjamín de aquel Sevilla que acogió a Diego Pablo Simeone en el verano olímpico de 1992. Con la ciudad subida a la nube de la Expo Universal, aterrizó a sus 22 años el hoy entrenador del Atlético. “Algunos de los momentos más divertidos de mi vida los he pasado junto a él”, recuerda para EL MUNDO quien fue defensa sevillista 14 temporadas. “Un día fuimos a Guadalpark (parque acuático) con nuestras parejas y nos estuvimos tirando por los toboganes y bañándonos con la gente. Las típicas cosas de chicos de 20 años que intentan vivir del fútbol, pero también les gusta divertirse”.
A Simeone lo rescató de Italia Carlos Bilardo. Dos años antes, había dado el salto a Europa de la mano del modesto Pisa. El equipo bajó y le tocó jugar en la Serie B. Así que, el Sevilla se presentó como un trampolín. Se subió al avión privado del presidente del club transalpino y estampó su firma el 29 de julio en las oficinas del Pizjuán, con un contrato por cuatro años. Pagaron 160 millones de pesetas (algo menos de un millón de euros).
“Simeone llegó directamente a la concentración de pretemporada en Sancti Petri y al día siguiente ya estaba jugando uno de los amistosos. Transmitía más en el campo que en el vestuario. Se hacía fuerte en el terreno de juego. Era de estos jugadores que arrastraba y contagiaba al resto”, apunta a este diario Juan Carlos Unzué (Pamplona, 1967), portero de aquel equipo. “La primera impresión que tuve es que no era muy dotado técnicamente, pero sí tenía una actitud y una capacidad física enormes. Era un pulmón. Además, tuvo la fortuna de tener dos entrenadores (Bilardo y Luis Aragonés) con una idea de juego que cuadraba muy bien con él y con su forma de ser”, abunda.
“Bilardo le reforzó la autoestima”
Monchu (Luanco, 1968) había cambiado Gijón por Sevilla unas semanas antes que Simeone y vivió de cerca sus primeros días: “Era de los más jovencitos, pero tenía voz y voto. Le ponía emotividad al partido y se hacía notar cuando nos reuníamos: siempre tenía algo que decir. Muchas veces era el que más hablaba”. Parte del Cholo de hoy ya se percibía: “Era muy exigente consigo mismo, pero también con el equipo. Siempre quería más. Ese carácter lo tenía desde niño y lo seguirá teniendo. Por eso yo estaba seguro de que si era capaz de transmitir como técnico lo que llevaba dentro, el Atlético despegaría”.
Prieto afina aún más: “Toda su vida ha sido un gran competidor y eso se tiene o no se tiene. Por su juventud no era tan efusivo en su dialéctica como ahora, pero ya lucía una fuerza, una rabia y un gen competitivo que le hacían parecer mayor. Entendía lo que precisaba el juego”. Y dibuja algunas de las claves del despegue de Simeone. “Que un campeón del mundo como Bilardo confiara en un chico tan joven, le reforzó mucho la autoestima. Cuando llegó, aún se estaba empezando a hacer y en esos dos años en Sevilla su juego evolucionó. Además, la llegada de Maradona le favoreció mucho deportivamente”.
Unzué, que fue meta sevillista entre 1990 y 1997, subraya la conexión con Bilardo: “El Cholo traía ya un poco esa idea de Bilardo y la transmitía en los partidos. Porque Bilardo cuidaba todos los detalles y te enseñaba a estar en esa línea fina que separa lo permitido de lo prohibido. Había que cuidar los detalles que rodeaban al partido: el campo, los recogepelotas…”. Y añade: “El éxito de Simeone es haber sido capaz de que sus jugadores sigan esa idea natural que tiene. Veo al Cholo entrenador, veo a su equipo y veo a aquel Cholo jugador. Hay cosas en sus partidos que me recuerdan a Bilardo. Simeone fue uno de sus alumnos aventajados”.
Conexión con Luis Aragonés
Sin embargo, fue Luis Aragonés quién le hizo despegar y, también, quien le animó a aceptar el reto del Atlético, que pagaría 450 millones de pesetas (2,7 de euros), más Pedro y Ferreira, en 1994. “Luis era un referente para Diego. Siempre tuvo una historia especial con él y hablaba de lujo cuando se refería al míster”, desvela Monchu. Hace menos de un mes, tras vencer al Athletic (2-1), el argentino batió el récord de victorias con el Atlético, superando, precisamente, las 308 de Aragonés. Ya suma 310. “Con Luis, Simeone da un salto enorme y su juego evoluciona. Luis era un tío muy inteligente y le soltó para que se volcase en ataque. Le convirtió en un centrocampista con más prestaciones”, insiste en esa idea Prieto, antes de abordar otra más profunda: “La afición del Sevilla dejó de recordarle porque se identificó con el Atlético y nunca tuvo un guiño hacia ellos. Pero sé que tiene un cariño especial al club”.
En la rueda de prensa previa a una nueva visita al Pizjuán, Simeone volvía la mirada y lanzaba el guiño: “Sevilla ha sido un lugar importante en mi carrera, tengo grandes recuerdos. Fue un momento clave en la historia del club, con Bilardo y Maradona”. Allí iniciará el Atlético el sprint decisivo por la Liga. No hay sentimentalismos que valgan en momentos así.
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