No esperaba la periodista Danae Boronat (Tarragona, 1985) que la primera vez que se enfrentaba a la concepción de un libro, No las llames chicas, llámalas futbolistas, iba a tener que afrontar las miserias de una era silenciada. Pero mientras hablaba con decenas de aquellas futbolistas que integraron la selección española dirigida durante 27 años por Ignacio Quereda vio cómo los testimonios, muchos de ellos descarnados, coincidían en su crudeza.
- ¿Cuántos testimonios ha recogido en su libro?
- Casi 5
0. Hay gente con la que he hablado que, simplemente me ha servido para tener información que no aparece en el libro.
¿Por qué nunca se ha querido indagar demasiado en la etapa de Quereda como seleccionador?
-
Me encontré por casualidad con este tema. Empecé a preguntar por la carta de 1996 en la que se pidió la renuncia del seleccionador y salieron los relatos. Siempre muy parecidos y en mujeres distintas. Ellas nunca lo habían contado por miedo. Admiten que siempre tuvieron miedo a ser apartadas de la selección, al qué dirán, a represalias por parte de la Federación.
¿Cuál cree que fue el papel del entonces presidente de la Federación Española de Fútbol, Ángel María Villar?
-
Por lo que ellas cuentan, Quereda era el protegido de Villar. Villar era conocedor de muchas cosas, sabía perfectamente cómo actuaba este hombre. Conocía la situación que pasaban ellas. No sé si ellas directamente se lo trasladaban a Villar, pero todos los que estaban en la Federación sabían que las jugadoras no estaban a gusto con él. Generación tras generación habían presentado cartas, quejas, habían levantado la voz, y nadie las escuchaba. Villar fue el cómplice perfecto que tuvo Quereda. Le consentía todo y estaba encantado con él. Es más, estaba de acuerdo con su forma de llevar a las futbolistas.
Las futbolistas denuncian vejaciones y humillaciones, físicas y psíquicas. Alicia Fuentes relata que, con 17 años, Quereda le pellizcó el trasero.
-
Ella lo contaba con relativa naturalidad, sin darle ningún dramatismo. No le parecía algo grave. Cuando yo repreguntaba y le decía: ‘Alicia, ¿pero esto era habitual? ¿Le ha pasado a más gente?’. Ella decía: ‘Sí, sí. Claro’. Esto era normal. Y yo volvía: ‘¿Pero esto os parecía normal?’. Y contestaba: ‘Bueno, era lo que había en esa época’. No era la única que recibía una palmadita en el culo y cosas así. Para ellas no era para nada raro. A Alicia le sorprendió porque era muy jovencita y se quedó muy parada en el ascensor. Pero yo creo que ella no se lo contó a nadie. Estoy segura que no fue a ninguna compañera y le dijo: ‘Mira lo que me acaba de pasar’. Las jugadoras se lo callaban por vergüenza, porque creían que eso les debía parecer normal. Alicia acababa de llegar a la selección, y no conocía el
modus operandi
del seleccionador.
Marta Corredera explica que tenía un
piercing
en el ombligo y que el seleccionador le levantaba la camiseta.
-
Ella me decía que le resultaba muy incómodo. Fue de las pocas que se rebeló. ‘Me quito el
piercing
, pero no me vuelvas a levantar la camiseta’.
¿Habían asumido una normalidad que no era normal?
-
Totalmente. Todas. Es tremendo. No me lo podía creer. Cuando Ainhoa Tirapu contaba que el seleccionador le pedía el escote por delante, y no por detrás, ella pensaba: ‘Una más de este tío’. Cuando a veces una compañera era ridiculizada en grupo, algunas se mordían la lengua, otras se echaban a llorar en el vestuario, se decían que no tenían por qué aguantarlo. Quereda no lo hacía sólo en privado con cada una, lo hacía también cuando estaban todas. Eso te demuestra lo impune y lo libre que se sentía de hacer ese tipo de comentarios y actos. Nadie le fiscalizaba. Absolutamente nadie.
¿No había ningún mecanismo de control?
-
Claro que no. Ellas asumían que era algo que tenían que aguantar. Que como iban a la selección, había que soportar eso. Y claro, si eso lo trasladas al fútbol masculino… Si un solo jugador denunciara que el seleccionador lo ha insultado, ¿cuánto duraría en el cargo? Esto era un abuso de poder. Quereda era el que mandaba en el fútbol femenino. No es como ahora. Hacía y deshacía en todo. Era su coto de caza. Mandaba en todos los equipos.
Cuando Quereda se marcha, las futbolistas tuvieron que pedir perdón.
-
Eso es lo más grave. Incluso Del Bosque salió en su día a defender a Quereda. Hay mucho corporativismo. Que escribieran aquella carta en 2015 pidiendo su renuncia fue… [Boronat toma aire]. Les dijeron que no eran formas. Ellas le intentaron decir al seleccionador que si se iba, no saldría nada. Pero él las amenazó y les dijo: ‘Otras ya lo intentaron antes y me las cargué’. Que ellas tuvieran que pedir perdón te demuestra cómo estaba de podrido el sistema en la Federación. Entró el nuevo seleccionador, Ángel Vilda, y lo primero que hizo fue cargarse a las capitanas de aquel vestuario. Eran las que habían llevado la voz cantante. Entre ellas Vero Boquete, Natalia Pablos, Sonia Bermúdez… Las mejores. Y Vilda no las volvió a convocar. Vero sabía que no era por una cuestión deportiva, sino porque quería tener el vestuario limpio de las voces más críticas. Yo le pregunté a Vilda por qué las dejó de llamar, y me respondió que por cuestiones deportivas. Vero Boquete sabe que no, que quería tener el vestuario controlado. Y, para ello, las más guerreras debían ir fuera.
Para seguir leyendo gratis
Conforme a los criterios de
from WordPress https://ift.tt/3roQzux
via IFTTT
No hay comentarios:
Publicar un comentario